jueves, 24 de septiembre de 2020

Flavia Sánchez: “Cruzar y El Camino”

Al interpretar los frutos de la investigación de la artista fotógrafa Flavia Sánchez Cabezas, “Cruzar y El Camino”, llegó al correo un mensaje con el versículo bíblico de Elesiastés, 1, que remite al concepto de travesía: “Una generación se va, otra generación viene, pero la tierra siempre permanece”. No deja de asomar la idea circular del eterno retorno y cíclica de la historia: “Todo cambia, todo se transforma y al mismo tiempo todo permanece”.


 Fotografía de la maestra Dinorah Estrada.


La educación es una travesía, un camino, una montaña a subir, un río a cruzar del cual salimos airosos, con nuevos ánimos para enfrentar la vida, pero en la misma medida que lo hacemos ocurre un cambio físico-biológico en nuestros cuerpos, ya no seremos los mismos.



Fotografía del maestro Rafael Sánchez.

 

La educación rural, el abordaje central de Flavia Sánchez a este proyecto, es muy apegada a la tierra, al camino es terroso, embarrialado, encharcado y al andar nos pegamos, esto simboliza los problemas con que nos enfrentamos, salimos embarrialados de ese tránsito. Sin embargo, la tierra no es nuestra enemiga, es amiga, aunque represente un buen desafío a superar, como también son los retos en la vida de los maestros rurales quienes intentan cambiar la situación de la niñez, que, aunque salgan embadurnados por el lodo al cruzar el camino, llevan un bagaje que les abrirá oportunidades en la vida.



 Fotografía del maestro Guido Gómez.

 

Flavia Sánchez colecta fotografías en zonas rurales, va a las localidades y entrevista a familias, a maestros y constituye una documentación de suma importancia para nosotros quienes nos dedicamos a la investigación en la visualidad, quienes deseamos conocer y palpar de cerca la realidad de aquellos procesos pedagógicos mas allá de los cuadrantes asfaltados en las ciudades, educadores que caminan sobre las calles de piedra, lodo y encharcadas de lo rural.



Fotografía del maestro Rafael Sánchez.


La documentación es un inventario visual de un tesoro o archivo vivencial custodiado por las familias, pues representan sus memorias, muchas veces de quienes ya no están, pero en el entorno, la tierra, el paisaje, las rutas de lodo, ahí permanecen sus miradas y sus voces pegadas a las superficies.



 Fotografía del maestro Carlos Requene.


 

El archivo se sustenta en entrevistas realizadas por la artista a personas de Pérez Zeledón, San Ignacio de Acosta, ambas en la provincia de San José, San Rafael de Heredia, La Cruz de Guanacaste y Grecia de Alajuela, pobladores o desplazados o migrante por el trabajo, con bandas de edad oscilantes entre 65 años y 90 años. Flavia explica en el informe a Teorética, por la “Beca Flotador” que le permitió investigar: “Recopilando así cerca de 400 fotografías realizadas a partir del año 1953 hasta el año 1985, que fueron analizadas y digitalizadas a partir de los álbumes fotográficos pertenecientes a maestras y maestros, hoy día jubilados, quienes se trasladaron, como se dijo, desde la meseta central a laborar en diferentes zonas rurales del país”. 

 



 Fotografía del maestro Carlos Requene.

 


De manera que recorrer esas páginas de los archivos evocan el aroma a café tostado, molido y chorreado en casa, o, la tortilla palmeada y azada en el comal de barro y el fogón de leña. Pero dentro de toda esa índole de vicisitud y vivencialidad; está también el cuerpo, el tuyo, el mío, el del maestro, el del niño. Un cuerpo que habla de lo que evoca y se lee en las imágenes recuperadas, lo que intenta buscar quien capta la imagen fotográfica, y en este caso de un archivo, sacarlas de donde están almacenadas y hacer evocar a quienes las mira, ese fragor del caminante.



Fotografía del maestro Rafael Sánchez.


Volviendo a la frase bíblica, cuestiona la idea de desarrollo, pues sabemos que las personas se transforman a sí mismas influidas por el contexto y entorno, esto sucede con mayor rapidez, mientras que la tierra y el espacio donde viven permanece incólume. Además, se observa que aquellas cosas que prometen cambiar los políticos, quedan igual a como estaban, y los recursos destinados muchas veces van a parar a los bolsillos de unos cuantos tiburones en la pecera, que es la comunidad.

 


Fotografía de la maestra Julieta Barrientos.

 



 Fotografía de la maestra Julieta Barrientos.


La artista de una manera u otra se enfrentó a esas desidias, al intentar resolver las derivadas de la teoría del proyecto, debió investigar e ir al grano, al fondo de los entretelones, o atravesar los cristales de las peceras del poder, para despejar un panorama real del paisaje rural del país, que a veces no cambia con la velocidad que lo hacen los pobladores, retratados, observados, reflejados, despejados en el cruzar, y en el hacer camino.

jueves, 10 de septiembre de 2020

Colectar luz y texturas, en las fotografías de Anayansi Orozco



Fotografías de Anayansi Orozco

Existen personas que colectan a solas, que buscan en silencio, y guardan para sí un perfil bajo. para no distraer ni llamar la atención, pero encuentran, y eso que encuentran les acrecienta. De un momento a otro nos sorprenden, porque posaron el rayo de luz que guía su mirada en una piedra, en un tronco, en un árbol, en un alambre o bejuco, en la tierra, y ese punto en el infinito de lo creado nos pertenece a todos, pero en adelante se lo apropiará esta artista, será suyo.









Fotografías de Anayansi Orozco
 

Anayansi Orozco es una artista observadora, si no vivencian esa curiosidad e intrínseca capacidad de análisis no sería artista, pues no encontraría nada, ni ningún indicio a colectar. Colectar belleza es un talento de pocos, y, encontrarla, es aún de muchos menos. 






Fotografías de Anayansi Orozco


El emperador romano Adriano, en la novela reescrita por Margherite Yourcenar, decía que el catador de belleza termina encontrando donde quiera, en una tazón de arcilla roto, en un tronco quemado por el fuego de un rayo, en una piedra lavada por las aguas del temporal, y que a otros parecería simple o pueril, quien colecta termina encontrando donde quiera.

 




Fotografías de Anayansi Orozco



El presente ensayo fotográfico de esta artista paraiseña, encontrado en las faldas del volcán Turrialba, deja ver que ella rastreo de arriba abajo, de derecha a izquierda, de adelante a atrás el terreno…, pero no solo eso, puso su corazón en esa búsqueda y su innato don de observar.








El artista no solo ve la piel de las cosas, ve en lo profundo, en lo que solo sus ojos aprecia y pueden ver, porque a nadie más le interesa. Solo cuando ven el fruto de esa investigación, se dan cuenta que estuvieron ahí, pero que no captaron esa forma tan distinta de belleza.












Fotografías de Anayansi Orozco

 

Anayansi espera el tiempo para estar despierta en el instante preciso de que una flor de un cactus abre y cierra. Que un caracolillo que se desprende de la hoja de una planta baja por un hilo dorado que es su propio gel. Carga desde sus viajes y caminatas piedras que encontró, no sabe para qué pero las cargas pues son motivos para rastrear la memoria. 



Fotografías de Anayansi Orozco

Esa memoria es la que le sirve al artista en el momento de crear, aunque no sospeche cuándo, dónde, y por qué.







 

viernes, 4 de septiembre de 2020

https://issuu.com/home/published/robmurillo_dibujos

Museo de Pobre & Trabajador, abre su “no-espacio”, para mostrar parte de la intensa propuesta del artista Roberto Murillo. Importa aclarar que este museo es un “No Lugar”, en tanto que los espacios virtuales o en línea son salas sin paredes, pero, en tal (in)existencia, puede hacerse mucho y trascender en las redes.





Roberto Murillo, para esta muestra, su primera individual, aborda al ser humano, desde una perspectiva quizás escatológica, en la cual ahonda lo psicológico y la crítica social. Expresa: “Soy dibujante compulsivo desde que tengo uso de razón, y he elegido el dibujo, en su forma más rústica y honesta posible, como medio de explorar los tópicos que me obsesionan”. 




Por lo general los artistas estamos obsesionados o enamorados de lo que sabemos hacer bien. Murillo escogió el dibujo a carboncillo sobre papel, para develarnos la dimensión del enigma del ser, teoría del ser u ontología que no deja de observar sus tribulaciones, pesadillas, resquemores, las cuales gravitan en la esfera del arte, manifestadas por el dominio de lo técnico y las estrategias de estilo del artista. 






Sus obras son retratos de seres que hablan con la mirada, individuos que   provienen de un mundo colapsado, como el de hoy en dia, atribulado por las presiones sociales, sanitarias, políticas, asistenciales, económicas, espirituales. Son vivenciales, en tanto refieren al drama de lo novelesco o cinematográfico, ante un fatídico 2020, catástrofe que está transformando no solo los paisajes donde solemos movernos, virtuales y/o físicos, lugares o no lugares, sino también el paisaje interior del individuo, aislado, sometido, acechado por los grandes ojos del poder.




Apreciamos en sus cuadros una textura fuerte, áspera, reseca, rugosa, nerviosa, no complaciente, discurso que referencia la angustia del arte de la grafista judío-alemana kathe Kollwitz, la poética de los miserables de Víctor Hugo, la pintura negra de Francisco de Goya, el (des)lenguaje de Francis Bacon. Son ligamen que sitúan su arte sobre una nave renegrida y misteriosa, como es la práctica artística actual, al navegar en un mar tenebroso -como delata aquella estrofa de la canción de Calero en Mamita Yunai, Carlos Luis Fallas, 1941-, buscando un puerto al que parece no llegar.





Roberto Murillo tiene una base académica importante, siempre preocupado por la construcción de su identidad con el dibujo, investigando el proceso que brinda su estrategia del lenguaje. Ha participado en varias exposiciones colectivas: Galería Escalante, Galería Talentum, Portón Rojo, Casa Escalante en Fuerza Bruta II y III, y en este proyecto Museo del Pobre y Trabajador, exponiendo en el colectivo “FaceNoBook: Identidades Invadidas”, 2019.  Una de sus obras conforma la colección de este museo, el cual, aunque no es físico, posee un fondo de arte a su haber.





El artista agrega respecto a las motivaciones para su trabajo: “La ciencia y la tecnología, como transformadoras y a su vez, constructoras de la realidad contemporánea, han disminuido las formas humanas, colocando universos neutrales, y ajenos al cuerpo mismo, donde todo parece quedar en un plano abstracto, pero de enorme utilidad funcional”.







Agrega Roberto: “Con la representación del cuerpo y con esto, de lo “humano”, devastado, simbólico, de-construido y re-construido; recalca al individuo en tanto es un ente concreto, único y al mismo tiempo frágil”. El artista lo hace, sin percatarse que, al trazar esos gestos profundos de la técnica del dibujo, de desenmascarar la miseria que corroe nuestras existencias confinadas por la pandemia del coronavirus, devela el sí mismo, sensible y sin piel, que advierte hasta el más mínimo movimiento en el tablero o ajedrez de la existencia cotidiana.





El imaginario que sostiene con su labor crítica de dibujante, refiere además al período de la Nueva Figuración Latinoamericano, la cual brilló durante la década de los setenta con referentes como Fernando Carballo, Carlos Poveda, Fernando Castro, Claudio Carazo.  Como él mismo dice, “deja atrás el mundo de la moral y la religión, ideologías, sistemas e institucionalidades, pues todas han caído y eso es real durante esta época de confinamiento sanitario. Solo le queda el universo como ancla, idea de existencia, presuponiendo un futuro sombrío (de ahí la metáfora del mar tenebroso), donde el cuerpo y la psique, sobreviven sometidas a un desgaste enorme”. 






Tremenda percepción suya, propia de quien cavila durante la larga noche en vela del filósofo contemporáneo, artista, o del místico de ayer, implorante, clemente, quien habla de reclusión al soportar todas estas cargas existenciales para llegar a la libertad, a la luz que finiquita la quimera. Las figuras de Murillo son como seres “underground”, pulan bajo las sombras de las marquesinas, estaciones de trenes o autobuses, bajo los puentes, en una ciudad cada vez más sombría, bajo la bota del dominio hegemónico, que, como se dijo, busca instaurar sus consignas, nuevas ataduras filibusteras, a contracorriente de la tradición.




A este comentario -y con esto cierro el presente acercamiento al dibujo de Roberto Murillo-, el mismo artista agrega acerca de las contingencias del trabajo creativo: “Males actuales tal cual, enfermedad, depresión, ansiedad, soledad…” Aparecen representados en la obra de un artista contemporáneo, quien medita sobre el impacto que tiene la vida en el individuo, y la poca capacidad que le queda “para hallar algún sentido y mantenerse a flote”.

Luis Fernando Quirós, septiembre 2020