lunes, 13 de abril de 2020

Luis Monge: La casa en cuarentena

Por Luis Fernando Qurós, abril 2020

Desde el nacimiento hasta la muerte del habitante de una casa, ésta ha servido para guarecerse, protegerse, vivenciar la vida familiar afrontando tantas contingencias que acechan, tal y como hoy en día nos sirve la casa para sostener un estado de cuarentena: espera esperanzada y recogimiento de una vida de carácter interior, mientras el mundo combate la pandemia.

Luis Monge. “Nuestra casa en tiempos de reclusión”. 2020


La casa tiene origen desde los albores de la agricultura, cuando los humanos abandonaron las cuevas y la caza como “modus vivendi”, buscó edificar una casa, en principio elevada del terreno en superficies pantanosas, para protegerse de las fieras, que en la etapa post-glaciación, aun merodeaban el entorno, y que llamaron palafitos. 

Adoptó la estructura geométrica básica del cuadrado u otros paralelipípedos, aprendiendo además el manejo de nociones como paralelismo, ángulo recto, intersecciones, secantes, tangentes, triangulación, para abordar un lenguaje muy propio del arquitecto, pero también del ingeniero, del diseñador, del matemático, en tanto que en esas épocas tan remotas ya resolvían ecuaciones de segundo grado. Dicho bagaje lo abordó, por observación e intuición, al necesitar cultivar la tierra lo hizo trazando eras para que corriera el agua entre los surcos, y al edificar con lo sencillo. Constructos que le exigieron enfrentarse a la noción de vectores, al prediseño de estructuras que soportaran un peso y embate de los vientos. 

Luis Monge. “Nuestra casa en tiempos de reclusión”. 2020

Pero también se ha hablado lo suficiente de la vivienda como horma -idea de Mitscherlich y la sociología de los setenta del sigo pasado-, que dependiendo de nuestra elocuencia y creatividad o por lo contrario testarudez, nos hace, la casa se vuelve horma y nos moldea.

Sirvió de reclusión para protegerse ante los animales salvajes posteriores a la Era de la Piedra, y nos sirve hoy de espacio de permanencia y protección de la famosa cuarentena, con la cual nos aislamos los habitantes de todo el mundo para cortar el avance del covid19. 

Hoy vuelve a ser tiempo de escudarnos dentro del espacio de la casa, para pensar, reflexionar sobre la vida y por que no decirlo, sobre ese humo negro de la muerte que se desplaza sobre las superficies y pavimentos de la urbe, y que tanta angustia a los ciudadanos.



“Nuestra casa en tiempos de reclusión”
Este es el lenguaje y discurso esencial que aborda hoy Luis Monge, artista y arquitecto. El dibujo de arquitectos ha sido ampliamente considerado y observado por el arte contemporáneo, por su singular sentido minimalista, propiedad de un trazo elocuente, y encadenamiento de visiones a futuro, en tanto que proyectar es determinar una acción futura que le llamamos construir, para tener casas u otras edificaciones que conforman dicha ciudad.

Dibujar es pensamiento, y ya pensar pre-visualiza situaciones que se puedan presentar al constructo. Freud decía que todo pensamiento es futuro, mientras que recordar es ver hacia el pasado, lo cual es útil para constatar como se resolvió esa pre-tecnología en los distintos lapsos de tiempo y evolución de la humanidad.

Luis Monge. “Nuestra casa en tiempos de reclusión”. 2020

Luis Monge juega con estas formas de su pensamiento crítico-creativo, determina un módulo que como leit motiv se va transformando y afrontando las vicisitudes al afrontar el fuego (la vida), que carboniza y ofrece una percepción áspera, o la superposición y yuxtaposición de esos modelos de configuración para generar un espacio ilusorio que llamamos arte, donde manifestarlos y asumir un imaginario simbólico como el suyo. 

Respecto a esas configuraciones que simbolizan la casa, pienso que importa referenciar el trabajo en madera de Rafael Montoya, quien, para la MAYINCA, Árbol Madre 2018, expuesta en la Escuela de Arte y Comunicación Visual de la Universidad Nacional, creó una estructura modular calada en madera que adoso al tronco de un árbol.

En tanto el proceso lo define como un ensayo en al cual prueba y experimenta, somete a esas estructuras al fuego, para descascararlos hasta su origen, la ceniza, el tizne o carbón, la materia sometida a los rigores del tiempo y la emergencia, pero también útiles para meditar lo que sucede en la naturaleza, ante la agresión del hombre que tala y quema el bosque.

Pero a Luis Monge el dibujo le ha servido para llegar a una dimensión mas plástica y conceptual que gráfica, manifestando esas contingencias como el fuego, abordado en el sentido crítico, en tanto pasar por el crisol es sinónimo de valorar, evaluar, sintetizar los componentes de la instalación, la pintura o la escultura vivenciando esas contingencias como las que nos mantienen hoy en reclusión. 

Luis Monge. “Nuestra casa en tiempos de reclusión”. 2020

Horno de la vida
Pasar por el fuego de la prueba -el horno de la vida-, donde el resultado o fruto de la experiencia es siempre origen, pasado por el crisol como se someten hasta los mas sublimes materiales: el trabajo arduo del investigador, de la experimentación para generar certeza y credibilidad derivada de dicho laboratorio. 

Monge pasa de la creatividad aplicada a la construcción a la creatividad pura donde el único acicate para llegar a esta por la contemplación activa de lo excelso y sublime, que puede exacerbar las contingencias propias y en condiciones limítrofes hasta conducirnos a la muerte, a aquel grado de belleza que el humano pueda soportar, expresado por el poeta austro-húngaro Reiner María Rilke.

Se rememora en este contexto de crisis y reflexión, a Thomas Mann quien refiriéndose a su novela “Muerte en Venecia”, afirmaba que aquel que contempla la belleza con la mirada, estaría conciliando con la muerte. En uno de sus “Escritos sobre el matrimonio”, Mann acota: 

En donde impera el concepto de belleza, allí paga el imperativo de vida su incondicionalidad. El principio de la belleza y de la forma no procede de la esfera de la vida. Su relación con ella es, a lo sumo, de naturaleza altamente crítica y correctiva. Con orgullosa melancolía esta enfrentada con la vida y, en lo profundo, esta vinculada con la idea de la muerte…” (Citado por Trías, 1997).

Luis Monge. “Nuestra casa en tiempos de reclusión”. 2020

Entonces, llegar a la braza -concepto de esta propuesta de Luis Monge y que referencia parte de las propuestas del connacional Adolfo Siliézar-, pasar la materia por el fuego que funde la materia, es abrazar la muerte de una materia para renacer en otra: la ceniza, el tronco quemado, naturaleza indómita convertida en carbón.

A manera de conclusión sobre este ensayo, quisiera recordar a Platón, en La República -citado por Eugenio Trías en el Artista y la Ciudad, 1997-, con un pensamiento definitorio y conclusivo: “…la ciudad nace, en mi opinión, por darse la circunstancia de que ninguno de nosotros se basta a si mismo,…” Por ello y a pesar de la reclusión, diezmados por el miedo a la muerte, siempre necesitamos del panadero, del verdulero, del carnicero, pero también de los agentes de seguridad y salud, y esa acción simbólica que anticipa este artista, concuerda que de esa misma manera saldremos a flote de la emergencia, con solidaridad o altruismo, y aquí encuentra sentido el rol del arte de concientizar y reflexionar, de motivador, es central.

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