viernes, 4 de septiembre de 2020

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Museo de Pobre & Trabajador, abre su “no-espacio”, para mostrar parte de la intensa propuesta del artista Roberto Murillo. Importa aclarar que este museo es un “No Lugar”, en tanto que los espacios virtuales o en línea son salas sin paredes, pero, en tal (in)existencia, puede hacerse mucho y trascender en las redes.





Roberto Murillo, para esta muestra, su primera individual, aborda al ser humano, desde una perspectiva quizás escatológica, en la cual ahonda lo psicológico y la crítica social. Expresa: “Soy dibujante compulsivo desde que tengo uso de razón, y he elegido el dibujo, en su forma más rústica y honesta posible, como medio de explorar los tópicos que me obsesionan”. 




Por lo general los artistas estamos obsesionados o enamorados de lo que sabemos hacer bien. Murillo escogió el dibujo a carboncillo sobre papel, para develarnos la dimensión del enigma del ser, teoría del ser u ontología que no deja de observar sus tribulaciones, pesadillas, resquemores, las cuales gravitan en la esfera del arte, manifestadas por el dominio de lo técnico y las estrategias de estilo del artista. 






Sus obras son retratos de seres que hablan con la mirada, individuos que   provienen de un mundo colapsado, como el de hoy en dia, atribulado por las presiones sociales, sanitarias, políticas, asistenciales, económicas, espirituales. Son vivenciales, en tanto refieren al drama de lo novelesco o cinematográfico, ante un fatídico 2020, catástrofe que está transformando no solo los paisajes donde solemos movernos, virtuales y/o físicos, lugares o no lugares, sino también el paisaje interior del individuo, aislado, sometido, acechado por los grandes ojos del poder.




Apreciamos en sus cuadros una textura fuerte, áspera, reseca, rugosa, nerviosa, no complaciente, discurso que referencia la angustia del arte de la grafista judío-alemana kathe Kollwitz, la poética de los miserables de Víctor Hugo, la pintura negra de Francisco de Goya, el (des)lenguaje de Francis Bacon. Son ligamen que sitúan su arte sobre una nave renegrida y misteriosa, como es la práctica artística actual, al navegar en un mar tenebroso -como delata aquella estrofa de la canción de Calero en Mamita Yunai, Carlos Luis Fallas, 1941-, buscando un puerto al que parece no llegar.





Roberto Murillo tiene una base académica importante, siempre preocupado por la construcción de su identidad con el dibujo, investigando el proceso que brinda su estrategia del lenguaje. Ha participado en varias exposiciones colectivas: Galería Escalante, Galería Talentum, Portón Rojo, Casa Escalante en Fuerza Bruta II y III, y en este proyecto Museo del Pobre y Trabajador, exponiendo en el colectivo “FaceNoBook: Identidades Invadidas”, 2019.  Una de sus obras conforma la colección de este museo, el cual, aunque no es físico, posee un fondo de arte a su haber.





El artista agrega respecto a las motivaciones para su trabajo: “La ciencia y la tecnología, como transformadoras y a su vez, constructoras de la realidad contemporánea, han disminuido las formas humanas, colocando universos neutrales, y ajenos al cuerpo mismo, donde todo parece quedar en un plano abstracto, pero de enorme utilidad funcional”.







Agrega Roberto: “Con la representación del cuerpo y con esto, de lo “humano”, devastado, simbólico, de-construido y re-construido; recalca al individuo en tanto es un ente concreto, único y al mismo tiempo frágil”. El artista lo hace, sin percatarse que, al trazar esos gestos profundos de la técnica del dibujo, de desenmascarar la miseria que corroe nuestras existencias confinadas por la pandemia del coronavirus, devela el sí mismo, sensible y sin piel, que advierte hasta el más mínimo movimiento en el tablero o ajedrez de la existencia cotidiana.





El imaginario que sostiene con su labor crítica de dibujante, refiere además al período de la Nueva Figuración Latinoamericano, la cual brilló durante la década de los setenta con referentes como Fernando Carballo, Carlos Poveda, Fernando Castro, Claudio Carazo.  Como él mismo dice, “deja atrás el mundo de la moral y la religión, ideologías, sistemas e institucionalidades, pues todas han caído y eso es real durante esta época de confinamiento sanitario. Solo le queda el universo como ancla, idea de existencia, presuponiendo un futuro sombrío (de ahí la metáfora del mar tenebroso), donde el cuerpo y la psique, sobreviven sometidas a un desgaste enorme”. 






Tremenda percepción suya, propia de quien cavila durante la larga noche en vela del filósofo contemporáneo, artista, o del místico de ayer, implorante, clemente, quien habla de reclusión al soportar todas estas cargas existenciales para llegar a la libertad, a la luz que finiquita la quimera. Las figuras de Murillo son como seres “underground”, pulan bajo las sombras de las marquesinas, estaciones de trenes o autobuses, bajo los puentes, en una ciudad cada vez más sombría, bajo la bota del dominio hegemónico, que, como se dijo, busca instaurar sus consignas, nuevas ataduras filibusteras, a contracorriente de la tradición.




A este comentario -y con esto cierro el presente acercamiento al dibujo de Roberto Murillo-, el mismo artista agrega acerca de las contingencias del trabajo creativo: “Males actuales tal cual, enfermedad, depresión, ansiedad, soledad…” Aparecen representados en la obra de un artista contemporáneo, quien medita sobre el impacto que tiene la vida en el individuo, y la poca capacidad que le queda “para hallar algún sentido y mantenerse a flote”.

Luis Fernando Quirós, septiembre 2020


3 comentarios:

Rolando Faba dijo...

Excelente trabajo, intenso comprometido, oportuno y acompañado de un texto no menos profundo.

Randall Roque dijo...

Trabajos muy elaborados desde la psique, perfectamente amalgamados con los planos oscuros de la razón. Un enorme artista.

Randall Roque dijo...

Trabajos muy elaborados desde la psique, perfectamente amalgamados con los planos oscuros de la razón. Un enorme artista.