El “Árbol de la abundancia” es más que uno de los cuadros pintado por Abel Rodríguez, artista originario del Amazonas colombiano. Interrelaciona la gran figura arbórea con la materia origen: tierra y cultura, continentes, mares, ríos, selvas, montañas, volcanes, campiñas, ciudades, pueblos, mundo vegetal y animal. Observa la naturaleza viva con la inmedible dimensión del suelo terrestre, tan fragmentado por las manifestaciones y ambiciones de poder.
Refiere a la natura (pachamama, figura mítica de tradiciones y narrativas en el continente), fuente dadora que surte la tierra fértil cargada de sustancias (humus) y de bonanza, pero, además, dona el talento a quienes la trabajan, en el momento de idear los métodos y herramientas que mejoren los frutos sacados al planeta, para alimentar la especie animal y por ende también a la humana.
La figura del árbol es un simbolismo que potencia esperanzas para muchos pueblos y culturas que viven del agro. La Ceiba pentandra, en Mesoamérica, figura sagrada para los Mayas, es vista como ese bien terrestre que merece respeto, en tanto su tronco hunde sus gambas y raíces en el suelo, piel del planeta, y por donde suben o bajan los espíritus del inframundo, buscando los ramajes para tener conexión con el supramundo, en su visión cósmica y cosmogonía.
Museo de Pobre & Trabajador -espacio virtual-, y la revista “on line” FATAL la Finalísima, nos preguntamos acerca del significado de “Espiritualidad SIN Religión”, apreciando su significado en distintas culturas y latitudes del mundo, ahí donde la materia origen, la tierra, es común denominador. La interrogante fue formulada a distintos actores creativos culturales y sociales de México, Guatemala, Nicaragua, Honduras, Costa Rica, Japón, India, Rusia, Italia, Perú, pero también, interesa la gran Colombia, con un representante de su comunidad originaria.
Encontrarlo, es como un ritual de lo (im)posible, a pesar de que existen notas referenciales de gran valor, que permitieron focalizar su trabajo y pensamiento, todo se hizo de manera virtual, a como se estila hoy en día ante la agresiva pandemia del coronavirus.
Visión de los pueblos amazónicos
El artista nonuya es conocedor de los secretos de extraer frutos a la tierra, plantas, vegetales -alimenticios y/o medicinales-, tener conocimiento de sus frutos abarcando a las criaturas silvestres que pueblan aquellas selvas. Don Abel es conocedor de relatos y narrativas que recrean la vida del antepasado, en común unión con la naturaleza, e imaginario simbólico para sus ingeniosas pinturas y dibujos, dentro de un encuadre del arte contemporáneo, el cual pivotea muy bien con gran parte de lo que se agregue después de la conjunción “y”. Esa incógnita, nos la despejó su producción creativa ataviada de matices semióticos e iconográficos.
Individualizar a un artista que manifiesta lo que cree, lo que ve y sabe de su entorno, y que me atrevería a caracterizar su obra como mapas conceptuales para estudiar sus relatos, en tanto registran la convivencia del humano con ríos, bosques, y las criaturas que dependen de ese profuso don para brindar alimento.
Don Abel es un individuo crítico defensor de su comunidad originaria. Es quien sabe lo que come la ardilla, el pizote, el conejo, la danta, la hormiga, el ave, el murciélago, el sapo, los reptiles -pues en su pintura aparecen entre las figuras de enormes y añosas arboledas, providencia natural que brinda a todas sus criaturas lo poseído por el bosque-, abundantes dones dados por la tierra: semillas, frutos, verduras, vegetales, plantas medicinales, maderas, cortezas, bejucos, fibras, cáscaras, y lo representa en una exuberante copa de árbol, sagrado, como la materia sobre la cual yergue.
Icono de la abundancia
Lo pintado por don Abel, es una pintura en acuarela y tinta china, de frondosos y reverdecidos abuelos de la selva. En el caso del sujeto observado, presenta otra figura arbórea con su copa más abajo, casi transparente, y que se desprende del mismo tronco, pues en su forma de cosmovisión, se habla de dos abuelos ancestrales, distintos y distantes en cuanto a posición en el territorio. Dichos arbolotes hasta parece que se tocan, se yuxtaponen y sobreponen, y lo hacen en forma tal que pudiera habilitar la idea de dualismo, bien y mal, convivencia cotidiana en aquella vorágine, que no es tan distinta a la ciudad actual, y aunque sea de concreto, es selva psicológica que cargan a espaldas esos habitantes de los bordes del Amazonas, cuando son desplazados de su ámbito natural.
La copa de esa figura es otro hábitat donde el artista pinta frutos, semillas, y en la parte del suelo los animales corren, rastrean, comen, y deja visible al pie del grueso tronco el hacha, que es parte del simbolismo del relato, pero también, representa la motosierra enemiga, que devela el forcejeo para sostener el poder entre quienes habitan el entorno, y quienes buscan explotar de manera irracional e intolerante aquel sagrado templo de recursos agotables del planeta.
En esa visión capturada por la imaginación del originario nonuya, el Árbol de la abundancia es sinónimo de huerto, campo agrícola mismo, proveedor, del cual nos alimentamos humanos y animales.
De cada ramaje se nutren distintos pueblos y especies animales, denotan cada estación, cada ciclo de vida en aquel entorno. En lo más profundo de su ser, don Abel lleva a ese árbol interior, dentro, es el tronco portador de sus narrativas, vicisitudes y contingencias de un pueblo que, forcejea, para salir airoso cada día en el trance de la vida actual, tan impactada por la incertidumbre.
Denominada como serie “chagras”, son dibujos con aplicación del verde, el croma de la selva, en tanto tienen como marco o escenario el bosque, variedad de tamaños que enmarcan los trazos, o texturas, y que pueden representar las zonas de trabajo: eras, cultivos, canales de irrigación. Esos recursos visuales que pueblan el cuadro, son una pormenorizada bitácora agrícola, estrategia para recuperar la tierra, pues es misión de quien conoce esos secretos, y son lenguaje de la ingeniosa práctica artística de Rodríguez.
Iimitya en Flora
Se trata de una paradigmática muestra curada por Flora en 2016, ciudad de Bogotá, titulada Iimitya, la cual suma a otras participaciones suyas en exhibiciones internacionales y presencia en museos, que le abren las puertas a la visibilidad y validación de su forma de expresión vernácula. Lo presentan con este ancestral pensamiento:
“El mundo estaba contenido en el creador mucho antes de la existencia de las plantas, los animales y los seres humanos. En ese primer mundo no había sol, no había fuego, pero lo de arriba, lo de abajo, lo del principio y el final estaba latente. Según Abel Rodríguez, todo su conocimiento lo tiene desde antes de nacer; no solo lo heredó de su linaje nonuya, sino que viene desde el origen mismo”. (Flora, Iimitya, 2016)
El arte de don Abel, y en particular sus dibujos, se mueven entre dos tiempos que convergen entre sí, y se transparentan uno al otro (como el referido árbol de la abundancia), lo cual toca lo cíclico de la naturaleza, distancias y tiempos. Como en una fábula, o lo ilusorio del mito, tienen voz los cultivos, el tiempo y el sitio o hábitat de cada especie, en esa “chagra” (cultivo) y “maloca” (escuela de la vida, universidad del día a día como lo define don Abel).
En los dibujos se recrea un diálogo perenne, entre ambos componentes, y se vuelven algoritmo del fractal, o rizoma que brota donde uno menos espera, pero, como se dijo, también implica la lucha cotidiana por la existencia cuando unos están arriba, en la cúspide, y otros abajo, sin dejar de advertir envidia por aquella otra posición aventajada.
Agrega la presentación de Flora: “El árbol de la vida y la abundancia no es un simple árbol, sino el principio de todo lo comestible y el pilar cultural de los indígenas que habitan el bosque tropical amazónico”.
La serie “chagra” con la cual don Abel aborda la diversidad de cultivos y cosechas que nutren a su comunidad, son una especie de taxonomía o inventario donde representa yucas, tubérculos, frutos, semillas, rica diversidad alimentaria consumida por el poblador nonuya y su entorno animal.
La pesca
Pero también, al ser comunidades que habitan la cuenca de los ríos, incluyen la trampa o nasa del pescador, un formidable tejido de bejucos para la pesca, que sorprende por sus dimensiones y morfología estructural. En particular, me parece observar la figura armónica de un toroide aunando dos esferas, entre las cuales penetra el agua e impide escapar al pez. Pero, en teoría, la forma atrae, consume, forma el remolino logarítmico, y cuela.
Son enormes cestas que se vuelve un objeto cargado de estética funcional, que, por su material y técnica, cautiva a los observadores y encanta a quienes como yo buscamos explicar las fuerzas que potencian esas configuraciones topológicas y morfológicas, tan propias del orden natural.
Defensor de la cultura y naturaleza
Durante los años 90 abandonó con su familia el territorio Nonuya natal, territorio secuestrado, para entonces, implantando un campo de batalla para el conflicto armado colombiano. El “Nombrador de las plantas” como es conocido en su tierra, fue participante en la catorce Bienal Dokumenta de Kassel, Alemania, y recibió en 2014 el premio Príncipe Claus, que distingue a personas de altos quilates, quienes preservan sus costumbres o cultura, y que, a pesar de tantas adversidades en esa vorágine, son patrimonio intangible de una nación y humanidad.
Se le reconoce como el sabio nonuya, recuperando para preservar la memoria y conocimientos ancestrales: relatos, mitos, espiritualidad sin religión, sanadora de la cultura herida y agria por la globalización, el canibalismo, filibusterismo y neoliberalismo actual. Don Abel es defensor de los sistemas ecológicos y biosfera de una de las cuencas más importantes del planeta, como es el Amazonas.
Dibujos y acuarelas
Para agregar aun algo más a este comentario repasando algunas referencias, sus obras son retratos del hábitat y pueblos distinguidos como sagrados, en tanto protegen una memoria de la cultura y el hábitat, que pierden dada la voracidad extractiva de la selva, socavados además por la violencia, pobreza, carencia de oportunidades para esos grupos étnicos, arrojados y empujados hacia las periferias de las ciudades, desplazados y sin indemnizar, por las compañías extractoras de las riquezas del planeta.
Los investigadores Jorge Lopera y Juan G. Betancur, Universidad EAFIT, Medellín, en un artículo académico titulado “Cosmovisión nonuya e imagen poscolonial en el arte colombiano: una mirada a la obra de Abel Rodríguez”, introducen el pensamiento y tradición acerca del origen del gran río Amazonas, para proponer cómo el arte de Rodríguez testimonia la lucha contra las contingencias actuales para aquellos pobladores autóctonos. Agregan:
“Cuentan los relatos de las comunidades indígenas que habitan cerca de los ríos Amazonas, Mirití-Paraná y Caquetá que en el origen de los tiempos había un Árbol Río que dio origen al mundo del agua. Del árbol se derivaron tres ríos: uno que vuela, otro que corre caudalosamente sobre la tierra y uno que corre de manera subterránea. El mito se refiere al río Amazonas”.
En internet corre un video en el cual don Abel explica el carácter y significado del Gran Árbol de la Abundancia, el documental es copioso en detallar esos orígenes y entorno protegido, en tanto el símbolo de sombrilla protectora es esperanzador, ofreciendo sombra para guarecerse. El vocablo alimentarse puede también tener significado de reconocer a su cultura origen, investigar su tradición, el sí mismos, y caracterizar a aquel árbol insigne, la “zarza ardiente” que cada uno lleva dentro.
Para Adolfo Colombres, citado por Lopera y Betancur en el mencionado estudio:
“el arte, en especial el indígena y el popular, busca reproducir los mecanismos del mito con el fin de perdurar y alcanzar la categoría de patrimonio social. Rodríguez, quizá de manera inconsciente, intenta elaborar sus dibujos mediante tales mecanismos, esto es, de la relación entre las estructuras simbólicas y su simétrica representación de lo sagrado”.
Indagando documentos y publicaciones en internet, dada la actual dificultad que representa permanecer en casa, solo conectado con el mundo por celular y computadora, encontré un singular documento de don Abel, del cual publico el fragmento liminar:
“Antes de formar la tierra, pues dice la palabra que él era el árbol en que había todo, todo lo que la vida de la humanidad iba a ser. El cuerpo de él era un árbol. En ese árbol estaba toda clase de frutales, estaba la luz, el agua, toda la yuca comestible. Cuando se formó la tierra, de su cuerpo él dejó las plantas de la yuca, las plantas frutales, toda clase de plantas de diferentes tamaños y altura.
Después de que se formó la tierra se pudo empezar el trabajo que llamamos de la chagra. Pero antes de empezar el trabajo de la chagra, estaba la palabra de lo que se llama la maloca. Antes de la maloca estaba la palabra de vida que tiene que ver con todo el conocimiento que hay que aprender antes de trabajar. Nosotros practicamos y manejamos todos los saberes que tienen que ver con la vida de los seres, de los tiempos, del mundo, del aire y del agua. Por eso nuestros conocimientos siempre están con la selva, el aire, el sol, las estrellas, el agua y la tierra, que es nuestra madre”.
Aborda lo que nos interesa en este estudio, la tierra como dadora de vida, esperanzas y abundancia:
“La tierra es nuestra madre porque en ella se produce todo. En ella nosotros tenemos que apoyarnos para tener vida. Y si no hubiera tierra, si no hubiera sol, aire, agua, pues nuestra vida no sería”.
Y, en tanto buscamos un marco de acercamiento a lo espiritual, sin religión, agrega:
“Entonces, toda la vida estaba en el cuerpo del Creador. Primero parecía como un árbol pero nadie lo veía, porque no era visible. En palabras se le menciona porque así es como se empezó a enseñar, a dibujar, a contar la historia, el cuento, y se fue ilustrando cómo vamos a vivir, a sacar la figura de lo que se conoce”.
Importa preguntarse o validar -y, con esto concluir con este estudio al trabajo creativo de don Abel Rodríguez-, qué aprendizaje trae la experiencia de observar la obra de un maestro originario. ¿Qué me queda? Preguntarse, ¿ví abrirse algún bosquete en el muro de los saberes, y potenciar el arte de este artista? ¿Hasta dónde llevar esta observación a través de documentos y referencias? Las limitaciones de esta crisis sanitaria por el contagio del covid19, la abundancia del árbol con su sombra bondadosa y múltiple, me cobijó y pude escudriñar el conocimiento de la figura del artista pintor, defensor de las tradiciones y costumbres del pueblo nonuya en la zona amazónica de Colombia.
Se agradece la colaboración de la artista Carolina Valencia, el arquitecto Rómulo Polo y el artista Christian Salablanca.
El sentido de la abundancia espiritual que caracteriza a estos pueblos, quienes ven y persiguen esa bonanza en la naturaleza, y mantener esperanza en sus creencias, conforman los relatos y cosmovisión que traducen a la realidad actual las vivencias de los abuelos, quienes, como don Abel, impregnan a una pintura, no solo el talento creativo, sino que le transmiten su fe de documentador y cartógrafo creativo de su cultura.
Referencias a artículos en internet
Flora, institución cultural e investigación en Bogotá
http://arteflora.org/participantes/abel-rodriguez
MUNDO AMAZÓNICO 5: 285-295, 2014
https://revistas.unal.edu.co/index.php/imanimundo/article/view/45812/48343
*Universidad EAFIT, Medellín, Colombia
(http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0185-12762017000200245 )
Instituto La Visión
https://institutodevision.com/visionarios/abel-rodriguez/
Videos
Abel y Árbol de la abundancia
https://www.youtube.com/watch?v=DTXyXAqWEss
Abel en Flora
https://www.youtube.com/watch?v=a9e1rnpYp74
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